Hace unos meses atrás el Huffington Post publicó una columna escrita por Juliana Hatfield, la conocida guitarrista y canta-autora de la escena del rock alternativo de los 90’s. Hatfield, quien recide en Cambridge, Massachusetts y aún publica material como solista no se muerde la lengua al hablar sobre el problema de los ‘satos’ en Puerto Rico.
Entre sus observaciones luego de su visita a la isla se destaca el impacto que dejó en ella la cantidad de perros callejeros que hay en Puerto Rico:
“Many first-time visitors to Puerto Rico are shocked and horrified to discover what is kept hidden from the sunny tourist brochures — there are stray dogs all over the place. Sick, injured, starving, dying and dead dogs and puppies. Begging for scraps outside hotels, sleeping in empty parking lots, standing or sitting or lying on the side of the road. We counted two canine corpses on the side of the highway on our initial short drive from the airport to the first stop on our itinerary. After we exited the highway, we passed by multiple dogs on the smaller roads. Some were clearly in need of medical care. The ubiquity of these sorts of images — some horrific and haunting — was certainly very distressing to me.”
Es evidente que el problema no es uno que debemos dejar a los rescatistas y amantes de animales para que lo solucionen. La cantidad de perros y gatos desamparados en nuestras calles es una de las consecuencias de un problema mayor en la isla – de (falta de) educación – y afecta no sólo a la imagen de Puerto Rico ante quien nos visita. Es uno de esos problemas a los que lentamente nos hemos ido anestesiando con el pasar de los años, tanto que muchos de los mayores esfuerzos para el rescate de estos animales proviene de afuera.
En su visita, Juliana logró salvar la vida de dos perritos, pero no fue suficiente para eliminar su frustración ante la gravedad de la situación:
“With so many dogs all over the island and so much visible and unnecessary suffering, some amount of sadness and anger and frustration is inevitable. […] I saved two dogs from almost certain death in my two days in Puerto Rico, but the experience was surprisingly unsatisfying. It felt like I had taken two drops of water from an ocean or two grains of sand from a beach. […] We brought the two dogs to the Save A Sato shelter in San Juan. Save A Sato is a no-kill shelter which is run strictly on donations, much of which come from the mainland U.S. Many of the dogs Save A Sato initially takes in go on to partner shelters in the U.S., such as the Northeast Animal Shelter in Salem, Mass., where the dogs have a good chance of adoption and long-term survival.”
Es necesario difundir este tipo de relato para seguir creando conciencia en nuestra población y lograr a lo largo una mejor educación y conscientización en cuanto a las responsabilidades de tener una mascota y el compromiso que debemos sentir para ayudar a seres más necesitados que nosotros.
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